Estos días han coincidido diversas efemérides relacionadas entre sí: por una parte, el 5 de junio se ha celebrado el Día Mundial del Medio Ambiente. Además, estos días se está celebrando el 25 Aniversario de la Directiva Hábitats 92/43, que constituye -junto con la Directiva 79/409 “Aves” -la piedra angular de la Red Natura 2000. Finalmente, la Plataforma Española de Custodia del Territorio celebra sus 10 años de existencia. Como toda efeméride o aniversario, estos acontecimientos sirven para reflexionar sobre el camino recorrido, las lecciones aprendidas, los errores cometidos, y los retos pendientes.
El Día Mundial del Medio Ambiente se ha celebrado en medio de la preocupación mundial tras la retirada de los Estados Unidos de los Acuerdos de París sobre el clima. Aparte del precio que pueda pagar el conjunto del planeta por este desatino, sí quiero relativizar la postura del presidente Trump, y recordar cuántas veces, -de forma más elegante o más ladina, o incluso a veces más hipócrita-, la propia Unión Europea, y una parte de sus sectores económicos y sociales dicen defender el clima…excepto cuando esta defensa del clima atañe a sus bolsillos o a su modo de vida: decimos defender el clima, mientras siguen aumentando los vuelos low-cost, e incluso se plantea ya volar “low cost” a través del Atlántico (y como digo siempre, al final siempre hay alguno que paga el “low cost”: empleados precarizados, emigrantes climáticos, entre otros). Decimos defender el clima, pero las huertas de Zaragoza se dedican a cultivar alfalfa que viaja para alimentar la cabaña ganadera china, mientras los habitantes de la ciudad se alimentan de tomates y calabacines cultivados bajo plástico y con grandes cantidades de agroquímicos en Marruecos, Canarias o Almería.
Igualmente, decimos defender el clima, pero las centrales de carbón importado seguirán funcionando en España (es decir, que al CO2 de su combustión sumarán el CO2 de su transporte), y las comarcas donde se ubican las centrales que está previsto cerrar se defienden con uñas y dientes, en nombre del empleo…que (con matices) es el mismo argumento que utiliza Trump para defender su salida del Acuerdo de París.
Precisamente, y dado que el Día Mundial del Medio Ambiente giraba este año en torno a la relación entre el hombre y la naturaleza, conviene recordar que dicha relación en el marco de Natura 2000 sigue siendo una asignatura pendiente. Personalmente, recuerdo que participé activamente en la integración de una buena parte del Maestrazgo de Teruel en dicha red europea, cuando la misma estaba todavía en sus inicios en Aragón (1998-2000). Incluso, recuerdo cómo llamaba la atención que hubiera un territorio -o, al menos, unos actores locales dentro de ese territorio-, interesados en formar parte de una zona de protección natural, cuando lo habitual es que salten chispas cada vez que desde la Administración se propone la declaración de parque natural u otra figura similar. La Directiva Hábitats, y en especial su Artículo 6, contribuyeron decisivamente a dotar de flexibilidad a la protección, orientándola hacia los resultados, más que hacia el intervencionismo administrativo. No obstante, en nuestra tradición jurídica, donde está tan presente la dicotomía privado/mercado y público/Estado, se hace muy difícil articular mecanismos flexibles de protección, que superen la otra -y falsa- dicotomía “medio ambiente-desarrollo”.
En este sentido, la Custodia del Territorio (CDT) constituye una herramienta muy útil para superar las anteriores dicotomías estableciendo acuerdos entre entidades de custodia y propietarios, normalmente en el marco del Derecho privado, pero destinadas a potenciar las externalidades positivas (públicas) de los bienes en custodia. Muchas veces, es la CDT la que facilita que un lugar determinado despliegue todas sus capacidades y continúe sirviendo a la sociedad, a través de la biodiversidad. A su vez, la CDT (a la que hemos dedicado varios post en nuestro blog) es una herramienta útil también para reforzar los lazos rural-urbano, muy escasos y demasiado rotos en un país que se ha vaciado mucho en las últimas décadas, que ha asistido por tanto al colapso de sus estructuras sociales (en palabras del profesor Pascual Rubio) y que debe por tanto ser en cierto modo “reinventado”.
Son muchos los retos que siguen por delante: se sigue aumentando el CO2 que llega a la atmósfera, se sigue perdiendo biodiversidad, se sigue considerando que “un oso no sirve para nada” o que quien tiene un entorno natural valioso tiene más bien un problema, porque “no va a poder hacer nada” y encima tampoco le van a dar dinero por mantenerlo. El fracaso o la timidez de la mayor parte de las medidas agroambientales y, en parte, del segundo pilar de la PAC, el falso “reverdecimiento” de esta Política mientras se fomenta en la práctica un modelo energívoro y devorador de biodiversidad; la -en general- escasa atención prestada a la red Natura 2000 en el marco de las políticas del sector primario (agrícola, ganadero y forestal) son retos centrales que hay que afrontar para la mejora de la biodiversidad, de nuestro medio rural, y de nuestro futuro común.
Siempre es un gusto leerte, compañero, un abrazo ________________________________
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Valientes y acertados tus comentarios una vez mas…! como se puede enarbolar la lucha contra el cambio climático y la sostenibiliadd, y a la vez pelear por el mantenimiento de las minas a cielo abierto y la energía fósil?
..vengo de pasar unos días en Somiedo.. claro ejemplo de “para que sirve un oso”, con un aprovechamiento económico para la zona gracias a su presencia, y donde se le hace santo y seña de la comarca, refiriendo su imagen hasta en las servilletas del bar del pueblo… entendiendo muy bien lo que supone su presencia y por tanto su protección.. y lo que es mejor y a mi me lo parecio… al amparo de un turismo no masificado y de momento sostenible!
y aqui empeñados en no ver las potencialidades que supone la preservación del medio natural… lamentable el caso de la “Laguna del Cañizar” en Villarquemado..
un abrazo.
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