Adanismo y despoblación

El diccionario define adanismo como “hábito de comenzar una actividad cualquiera como si nadie la hubiera ejercitado anteriormente”.  Es un fenómeno muy generalizado, desde hace ya varios años, en muchos ámbitos de la vida (lo vemos constantemente con la llamada “nueva política”, por ejemplo), y evidentemente, la cuestión de la despoblación o del desarrollo rural no se escapa a este fenómeno.

Para empezar, la propia expresión “lucha contra la despoblación”.  Quienes hace veinticinco años ya trabajábamos en estos temas no utilizábamos nunca estos términos.  Ni siquiera “Teruel existe”, cuya capacidad de movilización social está fuera de toda duda, hablaba de esta manera en su periodo inicial, en el entorno del cambio de siglo, al menos que yo recuerde.  Se hablaba de, y se practicaba, el desarrollo rural, o el desarrollo local, conceptos entonces todavía en proceso de gestación y de reflexión y, creo, en constante evolución.  O incluso se pedían fondos europeos (fondos, sobre todo fondos…).  Por tanto, no existía esa idea de “lucha contra la despoblación” (como el que lucha contra una plaga), sino más bien la idea de mejorar la calidad de vida y oportunidades de trabajo para quienes vivían en los territorios rurales (que no es poco).

En mi humilde opinión, el punto de inflexión se produce con la publicación de “La España vacía”, de Sergio del Molino, libro que recoge una serie de ideas sobre el tema (algunas francamente discutibles), pero que ha conocido un raro éxito.  A partir de ahí, parece que se descubriera que la mayor parte del territorio español está despoblado y envejecido.  Es un logro discursivo y mediático, está claro.  Yo mismo (lo confieso), que vengo escribiendo en mi blog sobre “desarrollo rural y local, innovación, medio ambiente y políticas europeas” desde octubre de 2013,  he ido virando a escribir cada vez más sobre “despoblación”, con la sensación de que estaba escribiendo sobre lo mismo de siempre, pero dentro un marco narrativo “más a la moda”; por ejemplo, hoy he comprobado que mi post “Descubriendo ¿ahora? la despoblación” data de junio de 2016, casi tres años después de haber iniciado mis relatos…

Y como todo tema que “se pone de moda” (vamos a ser claros), promueve dos fenómenos: uno es que numerosos discursos e ideas preexistentes (por no decir directamente “viejas”) se visten ahora con el ropaje de moda de la despoblación: todo sirve para “luchar contra la despoblación”: la PAC, el regadío, las telecomunicaciones, el tren, la autovía a ninguna parte, los fondos europeos, el embalse concebido hace cien años y en obras desde hace treinta, los impuestos (o más bien, el buscar pretextos para no pagarlos), los emprendedores y quienes les apoyan, todos los “chiringuitos” administrativos (los de siempre, y los de nuevo cuño)…De modo que uno tiene la sensación de estar asistiendo a un ejercicio de gatopardismo, de cambiarlo todo para que nada cambie.

La segunda consecuencia de este fenómeno es la aparición de todo tipo de expertos, profesionales, interesados, activistas y voceros, todos ellos “grandes conocedores del tema”, y que se permiten pontificar (ojo, de buena fe en muchas ocasiones), aportando ideas y propuestas que, para muchos de los que ya tenemos cierta edad y experiencia, nos resultan ya una música muy sonada: el apoyo a los emprendedores, las comunicaciones, la banda ancha, el patrimonio cultural, el turismo rural, el teletrabajo, la biodiversidad, el “enfoque holístico”…no digo que cada una de estas cosas no tenga cabida y sea necesario en una estrategia de desarrollo rural; lo que me fastidia (lo digo francamente) es que se aterrice sobre un fenómeno y se empiecen a proponer estas cosas, como si no se les hubiera ocurrido nunca antes a alguien, como si no hubiera profesionales y gente en los pueblos trabajando con estos temas desde hace treinta años en algunos casos, y como si toda esa experiencia no existiera o no sirviera para nada.  Todo lo cual me parece una irritante mezcla de adanismo, supuesta superioridad moral de tinte urbanita, papanatismo, y falta de respeto a quienes han abierto camino, muchas veces en circunstancias mucho más difíciles que las actuales.

He escrito en otras ocasiones que, para sacar adelante las zonas rurales, hacen falta muchas manos, y que las alianzas rural-urbano son esenciales; pero para ello, unos deberán evitar el adoptar posiciones de superioridad moral o adanistas, y  los otros deberán evitar actitudes descreídas o pesimistas por sistema…Ni una actitud ni otra ayudarán en la consecución de un objetivo común de revitalización de nuestras zonas rurales. 

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