El concepto de innovación social está todavía emergiendo. Una de sus definiciones más aceptada señala que “las innovaciones sociales lo son tanto en los fines como en los medios; se trata de nuevas ideas (productos, servicios, procesos) que buscan simultáneamente cubrir necesidades sociales, y al mismo tiempo crear nuevas redes y colaboraciones sociales”. Por tanto, las principales etapas del proceso de innovación social serían:
- Identificación de necesidades (poco, mal o nada cubiertas).
- Desarrollo de nuevas soluciones para dichas necesidades.
- Evaluación.
- Diseminación.
Todo ello se logra mediante un proceso cooperativo (“cerebro global” o “inteligencia colectiva”) donde el papel de las TIC, y especialmente Internet y las redes sociales abren posibilidades insospechadas. De ahí se deriva el otro factor esencial de la innovación social: la participación. Dicha participación incluye a los actores sociales, a la ciudadanía en general, a las entidades del tercer sector y de la economía social, y su enfoque es, como tantas veces, “de abajo arriba” (the bottom-up approach). Por tanto, la innovación social lo es por sus resultados, pero también por su diseño y proceso.
La participación se articula a través de redes colaborativas, que pueden trabajar de manera transversal en numerosos ámbitos. Algunos de los más frecuentes para este nuevo modelo son:
- Inclusión social de colectivos desfavorecidos (pueden ser discapacitados, o inmigrantes, o parados, o mujeres, o mayores, o personas del medio rural…).
- Sensibilización y formación continuas de ciudadanas y agentes sociales sobre temas de interés.
- Distribución de conocimiento desde donde se genera hacia donde se usa: es lo que se llama “expectativas simétricas” y “conocimiento asimétrico”, y no tiene por qué identificarse solo como una relación unidireccional y de subordinación “de lo urbano a lo rural” o “de la Universidad al campo”…
Las instituciones europeas, aunque de manera tímida (EASI, Programa para el Empleo y la Innovación Social) están profundizando en este campo, que como vemos cruza muchos ámbitos: tecnología, servicios públicos, papel de la sociedad civil y del Estado…se echa en falta en las Administraciones de nuestras zonas rurales, pero también entre los agentes sociales y stakeholders, una visión más innovadora de las cosas, la búsqueda común de soluciones, al menos a nivel de proyectos piloto, que permiten sacar a cada cual de su “zona de confort” para afrontar retos y problemas comunes que, hasta ahora, no encuentran respuesta. Si el envejecimiento y el declive de nuestros pueblos no tienen visos de solución con las actuales herramientas, modos de interacción entre Administraciones y sociedad, ¿no habrá que dar una oportunidad a métodos y prácticas radicalmente distintas…?