De manera casual, hace unas semanas cayó en mis manos un documento titulado “Regiones rurales en declive en Europa. Hacia un enfoque inteligente e innovador para los retos de desarrollo regional en las regiones rurales despobladas”. Este documento ha sido elaborado desde ESPON (la Unidad de Prospectiva y análisis territorial de la Comisión Europea, de la que hemos hablado en otras ocasiones en este blog), y el largo título recoge una serie de reflexiones, que me sorprendieron gratamente (por realistas), que están en línea con argumentos que he defendido desde este blog.
Básicamente, el documento sostiene que la despoblación de las zonas rurales es la consecuencia de tendencias macroeconómicas y sociales cuya resolución está fuera del alcance de las políticas locales y regionales, y que ante dicha tendencia, caben dos tipos de políticas: la de intentar revertir la situación (“luchar contra la despoblación”), y la de adaptarse a la situación, aumentando la resiliencia e intentando ajustar las estructuras económicas, sociales y de gobernanza al hecho incuestionable de la despoblación, a través de la innovación, y entendiendo la despoblación como una oportunidad y no como una barrera. Posteriormente, el documento aporta una serie de recomendaciones para la puesta en marcha de este enfoque.
Hasta ahora, y a pesar de su absoluta necesidad, este segundo discurso se considera derrotista y políticamente inaceptable, y tantos los decisores políticos como la mayoría social optan por mantenerse en el primer discurso (“la lucha contra la despoblación”) que, como cabe esperar, fracasa de manera continua porque está intentando luchar contra tendencias globales y porque se empeña en aplicar un modelo de desarrollo, no ya del siglo XXI o del XX, sino muchas veces decimonónico. Y claro, como dijo Ortega y Gasset: “El esfuerzo inútil conduce a la melancolía”.
Soy de los que opinan que la despoblación puede ser la base para un nuevo desarrollo, del siglo XXI, basado en la innovación y en la digitalización de todos los aspectos de la vida. Y creo que un buen ejemplo de esta tendencia es la apuesta de Japón: la sociedad 5.0.
Con frecuencia, se considera a Japón como (tal vez) la nación más avanzada del planeta, en el sentido de que allí se aprecian hoy las tendencias del mundo dentro de 10 o 20 años, para bien o para mal. Así, Japón afronta hoy en día a una crisis demográfica sin precedentes: su población es la más envejecida del mundo, y perderá un tercio de su población en los próximos 50 años. El proyecto de sociedad 5.0 surge como necesidad, para afrontar este reto demográfico, pero también como oportunidad, para mejorar la calidad de vida de la gente y para promover la competitividad de la economía y las empresas japonesas en el mundo global.
Básicamente, la idea es la de una sociedad hiper-conectada y ultra-inteligente, basada en la integración del espacio físico y el ciberespacio, a través de los datos. Como se aprecia en la imagen adjunta, sensores y dispositivos recogen datos del mundo físico, que son acumulados en forma de Big data, analizados a través de Inteligencia Artificial, e implementados en las máquinas y robots que facilitan nuestra vida en el mundo físico. Los datos pueden integrarse a través de Realidad Virtual y Aumentada, y pueden materializarse a través de impresoras 3D. Algunas de las manifestaciones más evidentes de esta sociedad 5.0 pueden ser la conversión hacia manufacturas inteligentes y orientadas al cliente, los coches autónomos, o el control de la salud mediante “tecnología para vestir” (el Internet de las Cosas). Y todo esto no es ciencia-ficción: los Juegos Olímpicos de Tokyo en 2020 se han concebido como el gran escaparate de este modelo, los vehículos autónomos ya empiezan a circular por carreteras, y los drones cada vez están más presentes en nuestra vida cotidiana.
Una sociedad rural despoblada y envejecida, que quiera mantener su calidad de vida y ofrecer oportunidades de empleo para quienes quieran vivir allí, debería ser una sociedad 5.0: eso comprende domótica para facilitar la vida de las personas mayores en sus casas, transportes sin conductor para llevar a la gente cuando ésta no tiene medios, drones para vigilar ganado y monitorizar cosechas, o para transportar mercancía y paquetería, tractores autónomos…Todo ello constituye nichos de negocio y de innovación para las empresas del territorio, y existen también hoy en día mecanismos financieros y de apoyo para que las pequeñas empresas puedan financiar sus innovaciones y desarrollos.
La aproximación “rural” hacia esta sociedad 5.0 puede ser los “smart villages”, una apuesta de la Comisión Europea de la que ya hemos hablado en este blog. En aquel post mencionábamos una serie de barreras, que coinciden en buena medida con las que han sido identificadas en Japón para el despliegue de la sociedad 5.0:
- La compartimentación administrativa.
- Las barreras legales.
- Los límites actuales de la tecnología y el conocimiento.
- La formación y los recursos humanos.
- La aceptación social.
Un reto enorme y complejo, pero imprescindible. Urge, por tanto, que decisores y sociedad abandonen los paradigmas de desarrollo del siglo XIX y tomen nota de los avances para un desarrollo propio del siglo XXI. El futuro de nuestras zonas rurales despobladas será un futuro 5.0…o probablemente no haya futuro.
Excelente artículo. Muy interesante la reflexión sobre Japón Un abrazo
José Antonio Gil de Muro Arenas
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Siempre afinado Green… Un saludo, que hace tiempo que no nos vemos. Recuerdos a la familia.
J.F.
Libre de virus. http://www.avast.com
El mar., 15 ene. 2019 a las 12:33, Miguel A. Gracia Santos () escribió:
> consultoraeuropea posted: “De manera casual, hace unas semanas cayó en mis > manos un documento titulado “Regiones rurales en declive en Europa. Hacia > un enfoque inteligente e innovador para los retos de desarrollo regional en > las regiones rurales despobladas”. Este documento ha sido” >
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Muchas gracias, José Antonio. Un abrazo igualmente.
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