Redondear la economía rural lineal

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En un post anterior, ya llamé la atención sobre el hecho de que, ahora que la UE está legislando sobre “Economía circular”, esta etiqueta se aplique de manera generalizada a cualquier actividad de las que antes eran etiquetadas como “sostenible”, “verde” o similares. Es decir, que nos limitemos a sustituir una etiqueta por otra, sin entrar en el verdadero contenido e importancia del concepto.

Desde hace unos meses, un grupo de entidades y colectivos que trabajan (y trabajan muy bien) en la promoción y desarrollo de zonas de montaña y despobladas españolas, están acuñando el concepto de “territorios circulares”. Sin embargo, la práctica nos muestra proyectos que son, en general, los mismos que se vienen realizando en el marco del desarrollo rural desde los años 90 (auspiciado por la iniciativa Leader), sin que se vea, salvo contadas excepciones, el supuesto carácter “circular” de la actividad.

Y es que la Unión Europea es bastante precisa a la hora de definir la economía circular: se trata de reducir activamente los residuos que genera la economía, empezando por el diseño de los productos, e innovando activamente para convertir los residuos de cada etapa del proceso productivo en insumos y nuevos productos. Por tanto, el turismo rural, las cartas de calidad, la economía social, etc., son en todo caso mecanismos colaterales, pero no constituyen en sí mismos ejemplos de economía circular.  Ahora bien, este concepto sí representa una interesante oportunidad para mejorar la competitividad de las áreas rurales y favorecer el uso de sus recursos endógenos. Se trataría de “redondear” (hacer circulares) procesos productivos que hoy en día son claramente lineales, por mucho que les pongamos etiquetas de “tradicional” o “sostenible” como simples fórmulas de marketing.

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Veamos un ejemplo del sector agroalimentario: la producción del jamón de Teruel con Denominación de Origen (DO). Dicha DO representa uno de los principales factores de desarrollo económico y de empleo para la provincia, pero evidentemente tiene unos impactos ambientales y unos residuos que se generan a lo largo de todo el proceso.  Básicamente, una producción de este tipo incluye:

  1. Cultivo de los cereales.
  2. Transformación de los cereales en pienso.
  3. Alimentación y cría del porcino en régimen intensivo.
  4. Transporte a matadero.
  5. Despiece.
  6. Transporte a secadero.
  7. Secado.
  8. Transformación del producto elaborado (loncheado, deshuesado…).

Cada una de estas etapas genera impactos ambientales y residuos, de modo que el actual proceso productivo es claramente “lineal”, pero existen oportunidades para aprovechar residuos, reducir insumos y cerrar ciclos. Veamos algunas.

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Sólo en la primera mitad de 2016 se marcaron 211.623 jamones, procedentes de 105.811 cerdos, los cuales habrán consumido en su fase de engorde unas 19 toneladas de pienso. En una primera etapa, la producción de cereales de una manera intensiva  incorpora también fertilizantes, agroquímicos, etc. (o producciones transgénicas, como el maíz).

purinesEstos cerdos generan durante su crianza más de 200.000 m3 de purín, con alto contenido en nitratos. La gestión de este purín es uno de los problemas ambientales más graves de Teruel, y de bastantes territorios europeos, y tiene graves consecuencias, incluso para la disponibilidad de agua de boca.  Por otra parte, la ganadería de porcino intensivo es también causante de importantes emisiones de metano  (gas con un efecto invernadero 23 veces superior al CO2); hay estudios que señalan que el porcino emite 178 litros de metano por kilo de carne producido; aplicando ese dato a las cifras anteriores del jamón de Teruel, y considerando un peso en fresco de 14 kilos por jamón, nos da que para producir las 211.623 piezas selladas se emitieron más de medio millón de m3. de metano (concretamente 523.674 m3).

Cuando el secado no es completamente natural, es preciso utilizar una importante cantidad de energía, para mantener temperatura y humedad controladas. Hoy por hoy, dicha energía se obtiene, bien mediante conexión eléctrica a la red convencional, bien mediante gas natural.  Igualmente, los procesos de envasado, loncheado, refrigeración, etc., utilizan una importante cantidad de energía.

El lector estará ya percibiendo algunas posibilidades de aplicación del concepto de economía circular:

  • -Des-intensificación de todo el proceso.
  • – Reorientación hacia la producción ecológica: cereal, pienso, carne, transformación…
  • – Uso del purín como fertilizante.
  • – Producción de biogás a partir del metano, para su uso como combustible en las propias granjas, en desecación del pienso, en secaderos…
  • – Aplicación de soluciones renovables (incluida la cogeneración) en los secaderos, en línea con las posibilidades del propio territorio.

Todas estas posibilidades son también posibilidades de innovación, de empleo, de creación de riqueza y de valor añadido en los territorios rurales, en toda la Unión Europea, cuyo coste puede ser internalizado en el producto final, de una forma poco onerosa para el consumidor (0,03-0,05 € por kilo de carne). Por tanto, deberían tener carácter estructural en el diseño de las políticas públicas para estos territorios.  Y los actuales -no los futuros- fondos europeos ya están para apoyarlo.

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