Las dificultades de la especialización inteligente

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Desde hace varios años, las políticas de cohesión de la Unión Europea consideran que la “especialización inteligente” de las regiones es imprescindible para conseguir el desarrollo de las mismas, y una reducción de los desequilibrios territoriales. Este enfoque surge, entre otras cosas, de la constatación de que, tras millones y millones de euros invertidos en infraestructuras físicas (carreteras, autovías, edificios de todo tipo, presas, canales, ferrocarriles de todas clases, etc…) las diferencias entre las regiones de la Unión no se han reducido sensiblemente; por tanto, se plantea un necesario cambio de enfoque en el uso de los Fondos Estructurales y de Inversión (FEIE), al menos en los territorios pertenecientes a la antigua UE-15.

Un reciente briefing del Parlamento Europeo profundiza en estas cuestiones.  La especialización inteligente plantea que los territorios deberían especializarse en función de sus recursos y capacidades, haciendo un mayor hincapié en la formación, la investigación, la innovación, y todo lo que podríamos calificar como medidas “soft”, en contraste con las medidas “hard” representadas por las tradicionales inversiones en activos fijos, ya sean éstos públicos (infraestructuras) ya privados (subvenciones a la construcción o compra de naves, o maquinaria, por ejemplo).

Si la especialización inteligente pasa por la innovación, una primera dificultad es la propia definición de dicha innovación, ya que no se trata de un concepto absoluto. Personalmente, recuerdo, en una reunión del programa RIS (Regional Innovation Strategy) quien caricaturizaba, diciendo: “Para algunos, barrer el taller ya sería una innovación”.  Para hacernos una idea, el Observatorio Europeo de la Innovación identifica prácticas innovadoras en 22 ámbitos diversos, desde el suministro sostenible de materias primas, o la tecnología aeroespacial, a la economía del envejecimiento, la economía colaborativa, o la trazabilidad a lo largo de la cadena de valor de los productos.

Una segunda dificultad es la necesidad de “afinar” geográficamente la situación de la innovación.  La UE cuenta con el Regional Innovation scoreboard, que permite conocer el grado de innovación a nivel de regiones (NUT2).  Sin embargo, es más complicado conocer datos a nivel más desagregado (NUTS3); y ello tiene gran importancia, puesto que, en muchos casos, la innovación se concentra en una serie de polos concretos (normalmente, las capitales), con gran dificultad para transferirse al resto de la región.  Por ello, estaríamos ante un caso donde la estadística no refleja plenamente la realidad.

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Para la aplicación de los FEIE en el periodo 2014-2020, las regiones han tenido que elaborar sus S3 (Smart Specialisation Strategy).  Ahora bien, también la elaboración de dichas S3 es objeto de debate: ¿qué peso tienen los diferentes sectores económicos, y los diferentes ámbitos territoriales de una misma región, en la definición de dicha Estrategia? ¿Se atiende a todos los sectores, o sólo a algunos, más poderosos o más influyentes? Las S3, ¿rompen la tendencia de desequilibrio intra-regional, o más bien la refuerzan? Por ejemplo, las prioridades de programas de cooperación inter-regional como Interreg o SUDOE están basadas en las S3 de cada región…lo cual, paradójicamente, hace inelegible a una gran parte del tejido productivo y socio-económico de las regiones “beneficiarias”.

Esto lleva a lo que se llama la “paradoja de la innovación regional”: aquellas regiones que más necesitan innovar son precisamente las que más dificultades tienen para hacerlo: “Las razones de esta brecha son que los sistemas regionales de innovación en las regiones menos desarrolladas están a menudo infradesarrollados y fragmentados. No existe un adecuado marco político y de gestión, el sector público es ineficiente y existe una falta de comprensión, por parte de los gestores políticos, acerca del proceso de innovación.  La fuerte desconexión entre el panorama académico y la economía regional refuerzan el problema”.

Los expertos han señalado que la pervivencia de esta paradoja está vinculada al modelo de gobernanza, a la importancia de un enfoque ascendente, y de la adecuada alimentación de los procesos participativos (hacer las preguntas adecuadas) para evitar que la paradoja se alimente mediante la repetición de clichés o temas trillados.  Esto es clave a la hora de poner en prácticas los procesos de “descubrimiento de las oportunidades empresariales”: si siempre preguntamos a los mismos, les preguntamos lo mismo, son los mismos quienes hacen las preguntas, etc., siempre obtendremos las mismas respuestas.  Y como dijo Einstein: “la estupidez es hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes”.  Por ello, es fundamental, precisamente, la innovación en el propio proceso de generación de ideas, de proyectos y de propuestas.  La formación continua, el intercambio de experiencias, procesos participativos amplios y vivos, sin cortapisas ni premisas, y ajustados a las necesidades de cada territorio, son vitales.

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La innovación en la aplicación de los fondos europeos, reforzando su carácter transversal y la cooperación entre los mismos, es también fundamental. El modus operandi tradicional de las administraciones, donde se tiende a los compartimentos estancos, sin relación entre ellos, no facilita en nada este enfoque.  Sin embargo, la UE considera que pueden y deben establecerse sinergias entre los fondos dedicados a la i+d (FP7, Horizon 2020) y los Fondos Estructurales, tanto hacia arriba, como hacia abajo.

  • Se llama “hacia arriba” (upstream) a las actividades que construyen las capacidades adecuadas para la investigación. Esto incluye capital físico (laboratorios, equipos, etc.), infraestructuras de innovación (LivingLabs, FabLabs, Design factories, etc.), y capital social (asistencia para crear y mantener redes, clústers o consorcios).
  • Se llama “hacia abajo” (downstream) a todo lo que lleva la innovación hacia el mercado y la generación de valor económico: actividades de demostración, transferencia de tecnología, auditorías tecnológicas para identificar potenciales demandas de I+D, líneas piloto para ayudar en la primera fabricación, etc…

untitledLa aplicación de estas dos orientaciones ha sido a menudo confusa y difusa: escasa coordinación entre entidades e infraestructuras de investigación (scattering), inversiones muy fuertes en infraestructuras (parques “tecnológicos” y similares) después vacíos de contenido, proyectos que empiezan con un objeto y terminan (de momento) con otro, creación de clústers desde arriba sin continuidad, e incluso confusión entre el continente (edificio) y el contenido (empresas….).

Personalmente, estamos convencidos de la necesidad total de promover la innovación en las regiones; pero la experiencia y los resultados nos dicen (si se me permite la gran redundancia), que hace falta mucha inteligencia, mucha innovación, y mucho talento, para que el talento, la innovación y la especialización inteligente sean de verdad un mecanismo de progreso para los territorios, sobre todo para los más desfavorecidos.

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