Microcréditos para el desarrollo local

epmf-portaitsMuy a menudo, los profesionales del desarrollo local y los de las finanzas ven el mundo con gafas diferentes: donde unos ven una oportunidad para crear un negocio, motivar a un/a emprendedor/a, asentar población y dinamizar un territorio, otros ven un proyecto endeble, difícilmente viable y por tanto no financiable.   De este modo, el crédito social y el crédito financiero discurren por sendas diferentes, y como el factor limitante es, en muchas ocasiones, el segundo, numerosos proyectos quedan nonatos.

La figura de los microcréditos debería facilitar la superación de esta dicotomía, orientando parte del crédito bancario a proyectos en territorios difíciles, y/o a colectivos desfavorecidos o en riesgo de exclusión.  Esta figura se ha ido institucionalizando, y la propia Unión Europea lanzó el instrumento PROGRESS de microfinanzas, a través del Fondo Europeo de Inversiones (no confundir con el Banco), para el periodo 2011-2016. Evidentemente, es una gota de agua, comparado con el mar de ayudas y de marcos favorables para la gran banca, pero su evaluación intermedia (recientemente publicada por el Servicio de Investigación del Parlamento Europeo) permite apuntar algunas tendencias.

Para empezar, es una iniciativa muy modesta: hasta septiembre de 2013, este mecanismo había concedido 13.252 microcréditos, por un importe total de 124 millones de euros (9.350 € de media), en 22 Estados Miembros (para que podamos comparar, el rescate de Bankia ha costado más de 22.000 millones de euros…). A pesar de ello, la UE estima que este mecanismo ha permitido apoyar a unos 8.500 emprendedores que no habían obtenido previamente un préstamo bancario.

A través de PROGRESS, el FEI facilita dinero a entidades, para que éstas a su vez lo presten a los beneficiarios finales, en forma de créditos inferiores a los 25.000 €. El mecanismo es interesante, en la medida en que incorpora al proceso financiero a entidades ajenas al mismo: hablamos de ONGs., de asociaciones y fundaciones de carácter social, de cámaras de comercio u otros actores, que incluyen en su análisis de riesgos otras visiones, además de la puramente financier.

  • Los créditos se han concedido sobre todo para el sector del comercio y la agricultura, y a personas de mediana edad (25-54 años), sobre todo desempleados/as que querían iniciar su negocio (autoempleo). Aunque se ha hecho un esfuerzo específico para alcanzar a jóvenes y a inmigrantes, poco se ha hecho para alcanzar a personas con discapacidad.
  • Asimismo, la evaluación también ha reflejado que, pese al objetivo inicial, la mayoría de los microcréditos han ido a parar a proyectos pequeños –obviamente-, pero conducidos por personas que no se encontraban en parámetros de vulnerabilidad social. Es decir, PROGRESS cubre un cierto “hueco” del sistema financiero, pero está fallando, de momento, en el cumplimiento de su objetivo más social. Y no le sucede sólo a este instrumento: otras fórmulas de microcrédito puestas en marcha por la banca privada adolecen de la misma carencia. Igualmente, no se ha prestado una atención especial a proyectos de economía social, predominando las figuras empresariales convencionales o las empresarias individuales.
  • Además, la evaluación intermedia ha reflejado que es precisa una mayor formación –no sólo financiera- del personal de dichas entidades, para sacar el máximo partido de la herramienta de los microcréditos. El crédito es sólo una parte del proceso de apoyo al emprendedor, y tal vez no la más importante, cuando estamos hablando de colectivos desfavorecidos o vulnerables.

Con todo ello, los microcréditos siguen siendo una herramienta muy infrautilizada en las estrategias de desarrollo local.  El desconocimiento del mecanismo, el carácter renuente de la banca tradicional –por muy “pegada” al territorio que diga estar…-, la comodidad del mecanismo de las subvenciones, la falta de capacidad técnica de los profesionales del desarrollo local y de entidades colaboradoras…contribuyen a ello.  Las lecciones de PROGRESS y las convocatorias de interés abiertas desde la UE deberían servir de acicate para un uso más generalizado de esta herramienta.

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