Recientemente hemos vivido la campaña electoral en España, y llama la atención cómo siguen repitiéndose las mismas promesas y los mismos mantras sobre el desarrollo en las zonas rurales. Candidatos y electores siguen hablando de carreteras, de regadíos, de embalses…exactamente igual que hace 100 años, como si no hubiera cambiado nada. Como si no viviésemos en el siglo XXI, en un medio rural envejecido y despoblado, y en un mundo global y tecnológico.
Para superar este anacronismo, merece la pena realizar cierto ejercicio de prospectiva, y situar el desarrollo rural en términos de presente y de futuro. Viene esto al hilo de la publicación del informe “Diez tecnologías que podrían cambiarnos la vida”, por parte de la Unidad de Prospectiva Científica (STOA) del Servicio de Estudios del Parlamento Europeo. Dicho informe revisa dichas tecnologías y analiza sus potenciales usos, los cambios posibles en nuestra vida cotidiana, y las necesidades de adaptación legislativa y política.
Las “diez tecnologías” mencionadas son:
- Vehículos autónomos.
- Grafeno.
- Impresión 3D.
- Cursos masivos abiertos en línea (MOOC).
- Monedas virtuales (Bitcoin).
- Tecnología para vestir.
- Drones.
- Sistemas acuapónicos.
- Tecnologías de hogar inteligente.
- Almacenamiento de electricidad (hidrógeno).
Aunque son todas las que están, sin duda no están todas las que son. Los motivos para ello pueden ser muy diversos, tales como la influencia de los lobbies en Bruselas, y el papel de las grandes corporaciones en su desarrollo (el documento menciona varias veces a Google, por ejemplo).
Pero, más allá de esto, sí conviene ver qué ventanas de oportunidad se abren para el mundo rural, por ejemplo:
- En un territorio despoblado y con gente mayor, muchas veces incapacitada para conducir un coche, ¿no pueden los coches sin conductor convertirse en una valiosa herramienta para la movilidad?
- Los cursos masivos abiertos en línea ofrecen oportunidades para favorecer el aprendizaje –y la enseñanza- desde el medio rural, allanando las diferencias de acceso al conocimiento derivadas de la dicotomía rural-urbano, y favoreciendo la residencia de “profesores”, de personas cualificadas en el mundo rural, y promoviendo una potente red social que permita el asentamiento de población.
- Las monedas virtuales pueden ser también instrumentos para el desarrollo local, manteniendo el dinero dentro del circuito local de producción y consumo, con efectos beneficiosos sobre las empresas y el empleo.
- La tecnología para vestir y los hogares inteligentes son, en mi humilde opinión, un vector muy importante para una población envejecida y geográficamente aislada: hablamos de la conexión de objetos cotidianos en red, para facilitar la vida de la gente: aparatos que regulan el confort térmico de la casa, sensores de constantes vitales en la ropa de casa, etc…superan la imagen tradicional de la teleasistencia, y abren nuevas posibilidades para alargar la presencia de los mayores en sus casas, manteniendo pueblos vivos, creando además nuevas oportunidades de empleo cualificado.
- Los drones podrían cumplir funciones muy adecuadas para la observación y gestión del medio forestal y agrario, o para la entrega de productos en zonas de difícil acceso…
- El almacenamiento de electricidad, junto con el desarrollo legislativo del autoconsumo y del balance neto, permitiría que las zonas rurales se autoabastecieran de energía, sacando partido de las fuentes renovables a su alcance, y frenando así el drenaje de fondos desde el medio rural hacia las zonas urbanas y hacia unas pocas manos…
En realidad, cada una de estas tecnologías abre posibilidades por explorar: algunas funcionarán, y otras no, pero es esencial el ejercicio de prospectiva, para ser capaces de acompasar las necesidades de Teruel –y por extensión, tantos territorios rurales despoblados- con lo que nos depara el futuro, en lugar de estar siempre a remolque del mismo.