La naturaleza funciona por ciclos: nada se crea, ni se destruye, sólo se transforma. Y esta férrea premisa ha mantenido el equilibrio sobre la Tierra desde el principio. En los últimos 70 años, sin embargo, la aceleración del modelo lineal de producción-distribución-consumo-residuos, está agotando rápidamente numerosos recursos naturales, generando ingentes cantidades de residuos de difícil o imposible gestión, y haciendo insostenible la vida para las futuras generaciones, y buena parte de las actuales, en numerosos lugares del mundo.
En esta circunstancia, la Comisión Europea lanzó en julio de 2014 una primera propuesta sobre la “Economía circular”. Bajo esta denominación se incluyen los mecanismos y procesos tendentes a reducir la generación de residuos desde el diseño de los productos y servicios, y pensar en nuevas fórmulas por las cuales los residuos de una actividad pueden convertirse en recursos para otra, minimizando la cantidad final de residuos y reduciendo la presión sobre los recursos y el entorno. En definitiva: reutilización, reducción, y reciclaje. En definitiva, también, lo que durante tantos siglos y con tanta sabiduría –y menos autobombo- hicieron nuestros abuelos y antepasados.
La iniciativa de la Comisión fue retirada para plantear una nueva más ambiciosa, que estos días inicia su andadura legislativa en el Parlamento Europeo. Entre otras cuestiones que son objeto de debate, están: las limitaciones a la incineración de residuos, la prohibición del enterramiento para el año 2030, llegar a tasas del 70-80% de reciclado de los residuos urbanos en 2030, así como una revisión de la legislación sobre embalajes, y sobre contratación pública, al objeto de favorecer estas prácticas. Igualmente, se ha considerado la importancia de la educación, formación y sensibilización en esta materia.
Todas estas cuestiones revisten un gran interés desde la perspectiva del desarrollo local: el impulso a industrias y empresas limpias, el aumento del reciclaje y la penalización del vertido en vertedero tradicional, la generalización del compostaje, o la redacción de nuevos pliegos de compra por parte de los Ayuntamientos, abren nuevas posibilidades que los Ayuntamientos, los entes y profesionales del desarrollo local y las empresas deberían aprender a explotar.