El ciclo electoral que estamos viviendo en este mes de mayo, no finalizará, como mínimo, hasta la constitución de los nuevos Ayuntamientos (13 de junio) y posteriormente del resto de entidades locales (Diputaciones, Comarcas, Mancomunidades…), que ya tendrá lugar en el mes de julio. En muchos casos, son nuevos los equipos de gobierno, los cuales deberán familiarizarse con el funcionamiento habitual de las instituciones, antes de poder marcar sus prioridades políticas. En casi todos los casos, la incertidumbre electoral ya había contribuido a parar la toma de decisiones en los Ayuntamientos, prácticamente desde primeros de año.
Esta paralización de la vida municipal ha tenido consecuencias negativas a todos los niveles, y evidentemente, también en el plano de los proyectos europeos. Ilustro este hecho con dos ejemplos:
- Estos días está abierta la convocatoria del programa URBACT: ya nos hicimos eco la misma en un post anterior; se trata de un programa destinado a crear redes de ciudades, con el objeto de intercambiar experiencias y promover la formación de responsables políticos y técnicos, así como agentes de la participación ciudadana, en ámbitos muy diversos: movilidad, exclusión social, alimentación, economía digital, etc…Sin embargo, la coincidencia de la convocatoria con el ciclo electoral está dificultando mucho, si no impidiendo directamente, que las ciudades españolas puedan formar consorcios con otras ciudades europeas y presentar buenas propuestas.
- Otro ejemplo: se han publicado estos días los proyectos seleccionados en la última convocatoria de “Europa de los ciudadanos”: de las 20 redes de ciudades aprobadas, ninguna está encabezada por una ciudad española; y no hablamos de grandes proyectos (el importe medio de las ayudas UE está en torno a 100.000 €). Igualmente, se ha publicado los proyectos aprobados para hermanamiento de ciudades (twinning): de 144 proyectos, sólo 3 han sido presentados por Ayuntamientos españoles.
Ambos hechos son demostrativos de la atonía en que llevan instalados muchos Ayuntamientos españoles, consecuencia sin duda de la crisis económica, y de un marco legal poco favorable, pero también de una falta de visión para afrontar los retos de las ciudades, una visión que debería ir más allá de los periodos electorales, y más allá de las fronteras del municipio o de la Comunidad Autónoma, para entender el sentido global de dichos retos. Esperemos que próximamente se normalice la situación y de nuevo los Ayuntamientos muestren su lado más dinámico, también en proyectos europeos.