Que en España no hay emprendedores, es ya un tópico por conocido.  Que el entorno legal, financiero y cultural nunca ha sido el adecuado, también es conocido.  Que la actual crisis ha añadido, a las carencias anteriores, la pura y simple carencia de una demanda interna que anime la creación de empresas, también es conocido.  Pero, paradójicamente, y a pesar de todas estas carencias, España sigue siendo un país muy poco dinámico, a la hora de participar en programas y proyectos que, de una manera u otra, contribuyan al fomento del emprendimiento, sea éste individual o -deseablemente- social.

Un ejemplo lo tenemos en la convocatoria europea “Entrepreneurship education”, dirigida precisamente a fomentar de manera organizada el espíritu emprendedor, tanto en los esquemas de la educación primaria y secundaria, como en la universitaria.  Pues bien, en 2012 (último año): 7 proyectos, 44 entidades beneficiarias, y de ellas sólo una española.  Este resultado es aún peor que en la convocatoria de 2009, que al menos contó con un proyecto liderado por España, y con 5 beneficiarios españoles…y todo ello en un contexto de crisis donde es más necesario que nunca buscar nuevos proyectos y salidas.

Otro ejemplo: el papel de la mujer emprendedora.  De manera seguramente un tanto grandilocuente, la Comisión creó la “Red Europea de Embajadoras para el Emprendimiento Femenino”.  Se podrá discutir sin duda su resultado práctico, pero al menos es una iniciativa que agrupa a 270 emprendedoras de 22 países…pero ninguna de España.

Si hilamos estas cuestiones con la falta de mujeres en el interior peninsular (véase nuestro post sobre Teruel), sin duda, estos dos hechos son significativos de qué poca atención prestamos a los diferentes ámbitos de la sociedad donde pueden surgir las iniciativas emprendedoras; llama la atención cómo seguimos, seguramente, rigiéndonos por los mismos modelos tradicionales de creación de riqueza y de protagonismo social, y cómo seguimos perdiendo recursos y capacidades que no encuentran campo suficiente…