Creatividad y ciudades

Cada vez son más las ciudades que vuelven los ojos hacia la cultura como recurso, como vía de desarrollo económico y social, como fuente de innovación y como medio de fijar población (sobre todo joven) en su territorio.  Estos días, por ejemplo, la ciudad de Avilés (Asturias) acoge una reunión de representantes de las catorce ciudades socias de “InCompass”, el programa europeo sobre proyectos creativos.  Participan entidades de diez países: Reino Unido, Bulgaria, Hungría, Suecia, Portugal, Italia, Grecia, Eslovaquia, Lituania y Holanda.   Los socios aprovecharán para analizar los resultados de las visitas a las “incubadoras” de proyectos de Rotterdam, Milán, Malmo, Copenhague, Beja (Portugal), Lisboa y Lund (Suecia).

Incompass es un proyecto Interreg IVC para promover las “industrias creativas” en las ciudades europeas.   De hecho, es conocido que Avilés fue uno de los enclaves señeros de la minería y siderurgia asturianas y españolas, y ahora encuentra en la cultura una vía de desarrollo alternativo.

Y uno no puede dejar de pensar en el Mudéjar de Teruel, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en la cantidad de municipios aragoneses que son Conjunto Histórico-Artístico, en el Alcañiz de los humanistas, en Daroca y su reconocido festival internacional de música antigua…y cree que ya es hora de que la cultura deje de ser la “maría” de las inversiones públicas, por debajo de los ladrillos y el asfalto (incluso en su aceptación social), y empezar a pensar en ella como la base de un desarrollo personal y social, pero también una vía de desarrollo económico.

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A quien le parezca que esto es absurdo, le invito a que piense en los Estados Unidos: ¿qué nos vende los Estados Unidos constantemente?: contenidos culturales: música, películas, series de televisión…la industria cultural norteamericana -con independencia de su calidad- es omnipresente y potentísima, y da una idea de la capacidad que tiene este sector.  Insisto, sin perjuicio del necesario papel emancipador que debe de jugar.

En un momento en que los fondos europeos para el hormigón y el asfalto, en Aragón y otros territorios, pueden darse por finiquitados, podemos aferrarnos al inmovilismo, al victimismo y a la cabezonería, o podemos usar nuestra imaginación y nuestras capacidades, para ser capaces de concebir nuevos modelos de desarrollo no dependientes de ese hormigón.

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