De manera habitual, se habla de la industria agroalimentaria como una de las “grandes esperanzas” de la economía aragonesa, debido a su mayor resiliencia en periodos de crisis, y por su capacidad de generar empleo y riqueza en el medio rural, algo fundamental en un territorio tan rural como Aragón. En el marco de una jornada sobre Desarrollo Rural organizada por la Cátedra Bantierra de la Universidad de Zaragoza, el pasado día 19 de febrero se presentaron las conclusiones de un interesante estudio sobre la industria agroalimentaria aragonesa, su situación y sus escenarios de reforzamiento, con sus implicaciones ambientales. Me quedé con algunos datos, que invitan a la reflexión:
- En un Aragón que en conjunto representa el 3% de la economía nacional, el sector agroganadero representa el 4,7% nacional, pero la industria agroalimentaria representa sólo el 2,5%. ¿Conclusión? Producimos, tenemos mucho sector primario, pero no somos capaces de darle más valor añadido. ¿Otra conclusión? Tal vez el objetivo no deba ser aumentar la producción agroganadera (vía regadíos, por ejemplo), sino sacar más partido a lo ya existente.
- El 26% de la industria agroalimentaria aragonesa está en el sector de piensos…digamos que básicamente nos dedicamos a cultivar cereal y forrajeras para alimentar cerdos y pollos.
- El estudio barajaba 3 escenarios de posible reforzamiento de la industria:
- Vía aumento de la demanda exterior.
- Vía sustitución de importaciones.
- Vía cambio de dieta alimenticia de los aragoneses.
El estudio arrojaba unos resultados más halagüeños para el escenario 1, y bastante menos para el 2. Para el 3, el escenario a corto plazo sí era negativo, pero luego podía ser recuperado. Ahora bien, hay que plantearse los impactos ambientales de todos estos procesos: por ejemplo, el aumento de las exportaciones supone un reforzamiento de la industria,pero también de sus impactos asociados (sobre todo, consumo y contaminación de agua), mientras que un cambio de dieta podría suponer una reducción de dichos impactos e incluso una reducción de los gastos en salud asociados a dietas excesivamente proteicas (lo que en economía es una externalidad negativa).
En suma, en nuestra opinión, una aproximación muy sugerente al análisis de la industria agroalimentaria aragonesa, con indicaciones muy útiles para la toma de decisiones, y cuyos resultados muestran claramente la necesidad y oportunidadd de una mayor relación entre la Universidad investigadora y el tejido social al cual ha de servir con esa investigación.